Cartas desde Babilonia (II): Padres, hijos y otra gente

En numerosos de los libros que indicaba hace ya un tiempo hay cartas fascinantes que parece mentira que fueran escritas hace más de 4.000 años. Algunas merecen ser recopiladas, nos muestran cómo era la vida hace tanto tiempo, y cómo al final no hemos cambiado tanto.

La mayoría son cartas de comerciantes o escritos de reyes, pero no todas son así. Algunas pocas son cartas normales, pero muy poquitas, porque en aquel entonces escribir era algo caro al alcance de muy pocos, o aquellos con el raro conocimiento de la escritura, o aquellos con suficientes siclos para pagar un escriba.

Aprovechando la charla que ayer tuve el placer de dar con la gente de Dorna en Youtube, voy a compartir algunas cartas más.

Cartas de hijos

La primera carta que elijo (de un modo totalmente arbitrario) es de un hijo pidiéndole a su padre que le mande comida. Los Ronaldos habrían podido perfectamente dedicarle una canción.

Para mi padre,
dice Zimri-eraḫ:

Que [los dioses] Shamash y Marduk preserven por mí tu salud para siempre. Me he preocupado por tu salud. Dime cómo estás.
Yo estoy en Dûr-Sin en el canal Kashtim-sikirim. No hay carne para comer. Te mando dos tercios de siclos de plata. Por ese dinero, mándame un buen pescado y algo para comer.

Otra carta, ésta de un hijo enfadado con su padre, ya que éste ha faltado a su promesa. El texto podría perfectamente estar extraído de una obra de Shakespeare.

Para mi padre,
dice Elmeshu:

Que [los dioses] Shamash y Marduk llenen de bienestar los días de mi padre para siempre. Padre mío, que estés bien, florece; el Dios que preserva a mi padre es la fuente de su gracia. Mando saludos a mi padre. Que la paz de mi padre perdure ante Shamash y Marduk.

Cuando Sin Amurrû nombró a mi padre, y yo respondí por mi falta, en cambio, mi padre dijo: “Cuando vaya a Dûr-Ammi-zadûga, que está en el río Sharḳu, te enviaré una oveja y cinco minas de plata.” Esto fue dicho, padre mío, y mis esperanzas estaban en mi padre. Pero no ha sido mandado, y ahora, padre mío, has regresado a la presencia de Taribu, la reina Queen. Mando una nota a la presencia de mi padre. Padre mío, My father, no preguntes el significado de la nota, hasta que Lashêr me traiga tu nota. Mi padre no me ha enviado ni siquiera un simple siclo, como había prometido.

Al igual que Marduk y Sin Amurrû, que escuchan a mi padre, mis oídos están atentos. Dejen que mi padre mande y no dejen que mi corazón se enfade. Ante Shamash y Marduk, rezo por mi padre.

NOTA: Posiblemente Sin Amurrû era un díos de los amorreos.

Carta de un prisionero a su señor

Dejo para el final el documento más estremecedor a mi entender. Estamos acostumbrados a cómo funcionan las cárceles ahora, pero no siempre han sido iguales. Hace más de 4.000 años, los señores pagaban por la manutención de sus siervos en las cárceles del enemigo, y si no lo hacían, el enemigo los dejaba morir. Pero mejor que lo leáis de alguien que lo sufrió en sus propias carnes.

Para mi señor,
dice Bêlshunu, su sirviente:

Desde el momento en que me encerraron en la casa del abarakku, tú, mi señor, me has mantenido con vida. ¿Cuál es la razón por la que mi señor me ha descuidado durante cinco meses? La casa donde estoy encarcelado es una casa de hambre. Ahora he conseguido que el carcelero lleve una carta a mi señor. Cuando tú, mi señor, termines con mi miseria y el encarcelamiento, terminados por ti, te enviaré mis bendiciones (incluso te lo agradeceré).

Estoy enfermo … Envíame diez ḲA de SU-DA, treinta y un ḲA ZAG-ḤI-LI … dos ḲA SAR-SAR EL-SAR para que no muera; y envíame ropa para que pueda cubrir mi desnudez. Me ha venido un hubidu por tu causa, mi señor. Envíeme ya sea medio siclo de plata o dos minas de lana, para mi servicio, déjele traérmelo. No permita que el carcelero regrese con las manos vacías. Si viene con las manos vacías, los perros me comerán.

Como sabéis, mi señor, y toda la gente de Sippara y Babilonia sabe, estoy preso, pero no por robo, ni fui atrapado en un robo. Tú, mi señor, me enviaste con aceite al otro lado del río, pero el Sutû cayó sobre mí y fui encarcelado. Di una palabra amigable a los sirvientes del gran intendente del rey. Envía que no muera en esta casa de miseria. Envíe un ḲA de aceite y cinco ḲA de sal. Lo último que enviaste nadie me lo dio. Todo lo que envíes, envíalo protegido.

Hay muchas más cartas de aquella época, la mayoría hablando de leyes, juicios, o narrando la vida de los reyes (como siempre, el poder deja su huella) pero que dan una idea sobre cómo funcionaban aquellas sociedades: la agricultura, los préstamos, los delitos, las guerras… Y ahora tenemos herramientas diferentes, pero en muchos aspectos seguimos siendo los mismos monos calvos que adoraban a Shamash.

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