El servicio postal más antiguo de que se tiene constancia data aproximadamente del siglo XXIV a.c., cuando en el Imperio Acadio (después Babilonia, actual Irán) reinaba Sargon I. Hace casi 5.500 años. Las cartas acompañaban a los envíos entre Agade y Shipuria, e incluían un recuento de los bienes enviados para evitar los hurtos.
La mayoría de las cartas que se conservan de entonces son contratos y recuentos comerciales, pero no todas.
La carta de Gimil
En el siglo XVII a.C., un hombre llamado Gimil buscó un escribiente y le dictó una carta que decía:
Para Bibea.
Dice Gimil-Marduk:
Que [los dioses] Shamash y Marduk preserven por mí tu salud para siempre. Me he preocupado por tu salud. Dime cómo estás. Fui a Babilonia, pero no te vi. Fue una gran decepción. Envíame la razón de tu marcha, y permite mi alegría. Ven en [el mes de] Marchesvan. Mantente siempre bien, hazlo por mí.
La anterior es una traducción libre al español a partir de la interpretación del Padre Scheil.
El escribiente copió las palabras de Gimil en una tablilla de arcilla, grabando con un punzón cada uno de los caracteres cuneiformes que se usaban entonces. Después dejó al sol la tablilla para endurecerla (si hubiera sido un documento oficial, habría usado un horno), la rodeó con una tela gruesa, que selló con un trozo de barro sobre el que puso su marca.
La carta presumiblemente nunca llegó a su destino (la que lo hacía eran destruidas por el simple método de romper la tablilla) o fue conservada por la querida Bibea. Aquel escrito aguantó más de cinco milenios, gran parte del tiempo enterrada.
Aventuras arqueológicas
A finales del siglo XIX había comenzado la fiebre arqueológica. Los museos de occidente pagaban muy bien por piezas antiguas, y los saqueadores arrasaban con las ruinas en el Cercano Oriente. El gobierno otomano decidió invertir en sus propias excavaciones, con las que obtener piezas para sus museos. Al frente de su primera excavación, en Abu Habbah (Siria), en las ruinas de la antigua Sippar de Shamash, cerca de Bagdad, puso al joven y enérgico profesor Jean-Vincent Scheil.
El profesor Scheil era un misionero dominico frances especializado en la antigua Asiria que ya había colaborado con las secciones sobre Babilona y Egipto del Museo de Estambul. El Sr. Scheil no era un cualquiera, ya que pasaría a la historia por ayudar a encontrar y traducir el Código de Hammurabi, el código de leyes más antiguo conocido.
Durante dos meses en 1894 se centró en la búsqueda exclusiva de elementos que estuvieran escritos. Con bastante éxito. Entre ellos, la carta de Gimil, que acabaría en el Museo Imperial Otomano, en Constantinopla, (actualmente está en el Museo Arqueológico o en el Museo del Antiguo Oriente, en la misma ciudad). Pero antes el Padre Scheil la tradujo y publicó en su libro «Saison de Fouilles a Sippar, junto con muchas otras.
Varios contemporáneos se hicieron eco. En 1904, C. H. W. Johns, M.A. publicó «Leyes, Contratos y Cartas babilonios y asirios«. En el capítulo IV del apartado sobre cartas transcribía la traducción de la tablilla.
También Hermann Vollrat Hilprecht escribió sobre ella en «The Excavations in Assyria and Babylonia«, donde indicaba que se trataba de una carta de amor indudablemente al no indicar el parentesco entre Bibea y Gimil, como era la costumbre.
La noticia como gancho
La historia de aquel amor milenario era demasiado hermosa y varios se quisieron aprovechar de ella. En aquellos días pocos tenían acceso a tanta información como hoy. ¿Cómo se iba a enterar alguien de quién había traducido o dejado de traducir una tablilla?
El 13 de octubre 1912, el NYTimes (ojo, el PDF es pesado) escribió sobre la carta. Según decía, la carta se había encontrado en unas excavaciones en Nineveh, donde en tiempos se pensaba que estuvo la bibloteca del rey Ashur-Ban-Apal (650 a.C.) y la tablilla estaba almacenada en la Universidad del Noroeste. Probablemente el objetivo era publicitar dicha universidad, y las réplicas de reliquias que adquierieron en la época. Pero incluía una nueva interpretación del reverendo F.C. Eiselen, pastor de la Iglesia Episcopal Metodista y especialista en el Antiguo Testamento. Una interpretación diferente:
Para Bibea.
Dice Gimil-Marduk:
Que [los dioses] Shamash y Marduk preserven por mí tu salud para siempre. Me he preocupado por tu salud. Dime cómo estás. Estoy en Babilona, triste porque no te veo. Dime cuándo vendrás, eso me alegrará. Ven en [el mes de] Marchesvan. Mantente siempre bien, hazlo por mí.
La anterior es una traducción libre al español a partir de la interpretación del Sr. Eiselen.
Hay que tener en cuenta la escritura cuneiforme no incluía signos de puntuación, no se sabía dónde empezaban y terminaban las frases, el contexto cultural era diferente, e incluso los escribientes abreviaban el mensaje. Los propios tratados indican que distintas interpretaciones pueden obtener mensajes diferentes, sin posibilidad de conocer sentido del mensaje original. Personalmente, a mí me gusta más esta interpretación: Gimil se ha mudado a Babilonia y le escribe a su amada para que se reúna con él.
En septiembre de 1939, la revista «Popular Science» le dedica un artículo a la carta. En este caso el Sr. Miller, su redactor, habla del nuevo procedimiento para traducir tablillas babilónicas ideado por el Dr. Carl S. Knopf, de la Universidad of Carolina del Sur, consistente en hornear las tablillas, darles un tratamiento técnico, y usar un método de ordenación de hierogrifos para facilitar la traducción. Lo que no indica es que la carta usada para ilustrar los resultados llevaba más de 40 años traducida, y que la nueva traducción no aporta nada nuevo.
El salto a la cultura popular
Los años pasaron, y otros descubrieron la carta por su cuenta, como la bitácora de Gail en 2009. El 14 de febrero de 2013 (casualmente San Valentín), la misma revista «Popular Science» recuperó el artículo del olvido, centrándose en el texto de la carta. El artículo fue el desencadenante para que la noticia se propagara, pasando por Fooyoh, Regator, Neatorama el 15 de febrero, por La Lengua el 18 de febrero, y finalmente llegando a este Cuaderno de Notas. La traducción de la carta era una noticia vieja, de hace 109 años, pero el público era nuevo. El autobombo del Dr. Knopf ya no tenía sentido, pero la carta seguía teniéndolo.
Y así aquella carta inocente traspasó los muros del tiempo, sobrevivió a Gimil y a Bibea, a profanadores, arqueólogos, traductores e investigadores, y llegó a esta bitácora donde la estás leyendo. Haciendo de su amor algo eterno. Y después… Después su historia siguió escribiéndose.