Actualización Noviembre 2020: El Examen Final a partir de ahora se llama El Sistema Shamash y lo tienes disponible en Ediciones Dorna. ¡No te lo pierdas!
Como dije hace unos días, me he decidido a autopublicarme en Amazon. Y no ha sido algo sencillo, así que he decidido hacer un diario de la publicación. Por si a alguien le es útil.
La idea
Si a alguien le interesa, la primera idea surgió tras acabar mi anterior libro, hablando con mis sobrinas. Sería el 2008 o 2009. La idea era simple: ¿por qué en todos los libros juveniles que triunfan, Harry Potter, el Corredor del Laberinto, los Juegos del Hambre, Divergente, no se potencia que el protagonista tenga conocimientos? Llevado al extremo, inclusoo en la Saga Divergente los malvados son los estudiosos… Y con ese primer concepto llegó el título, que ha permanecido invariable.
Después vino una época de sequía literaria, mis fuerzas se iban en otras tareas y preocupaciones. Y la idea se quedó en el baúl de tantas ideas buenas. Pero en verano de 2015 encontré fuerzas para volver a escribir, y aquellas primeras las dediqué a ir dibujando tramas, personajes, escenarios… Utilicé el libro «Escribir Ficción» del Gotham Writers Workshop, no tanto por las enseñanzas, aunque siempre se aprende algo, sino por todos los ejercicios. Con cada ejercicio pintaba una nueva faceta de la nueva historia.
La escritura
Ya en otoño decidí participar en el Nanowrimo, o mejor dicho, el Mañowrimo, organizado por Atrapavientos y Jorge Gonzalvo. Lo primero fue elegir la historia, y como siempre que voy a empezar una nueva, no me decidía entre las candidatas. No fue hasta el momento de saltar a la piscina, que «El Examen Final» cogió protagonisto.
Durante el mes de noviembre, acudiendo los domingos al Café Nolasco de Zaragoza con muchos otros wrimos, como Little Red (diría que su libro «La Cúpula de Hielo» también se gestó entonces, pero no está seguro), y entre semana a las conferencias en la Biblioteca Cubit, me inspiré y logré completar la primera mitad de la historia. Y así nació Adrian.
Tras ese empacho, una nueva pausa para planificar la segunda mitad de la historia, y la planificación me pilló cruzando el charco para instalarme en Austin, Texas. De febrero a junio dediqué a escribir, recluyéndome muchos fines de semana en la Biblioteca Perry-Castañeda de la Universidad de Texas con Miss Navarro. Y así nació Zuses, y descubrí lo bien que, de manera natural, encajaban ambas historias.
Cuando llegó el verano, mi idea era escribir una tercera mitad, de la que tenía varios apuntes, que daría nuevos matices a la historia. Pero según iba trazando esa última parte descubrí que todo lo que tenía que contar en ella ya había quedado reflejado de una manera u otra en las dos mitades que ya estaban terminadas. Identifiqué lo que creía indispensable y lo introduje sutilmente en lo que ya llevaba, y así quedó la historia terminada.
Y después lo dejé descansar una larga temporada mientras me dedicaba a otras guerras. Esperando a que la olvidara lo suficiente para leerla con ojos frescos y poder corregirla, sobre lo que irá la próxima entrada.
NOTA: Sí, vale, nada tiene tres mitades. Serían tres tercios. Pero en mi cabeza era así, chiste interno propio.