Apenas desembarcado, y fuera ya del control de la misteriosa Compañía Arrendataria de la Superficia y Subsuelo de la Isla de Tökland, inicié los preparativos para el segundo y tal vez definitivo asalto a la fortaleza laberíntica del Mr. Kazatzkian, el hombre de las mil caras.
Siempre he recordado con cariño este libro de Joan Manuel Gisbert. En mi infancia supuso un hito, uno de esos libros que recuerdas para siempre. Y acabo de leerlo otra vez, con fascinación. No me ha defraudado en absoluto. Aunque lo he leído en una edición algo más moderna que la de la imagen, que fue la que disfruté de pequeño.
Sinopsis
(Extrtaída de la web «En Segunda Persona«, que tiene un magnífico análisis en contexto de este libro).
Un buen día, los medios de comunicación del mundo abren con esta noticia: el multimillonario Anastase Kazatzkian ha construído un intrincado laberinto subterráneo en una remota isla del Océano Índico, y en su interior ha ocultado el mayor de los secretos del Universo. Así, literalmente. Ese secreto solo le será desvelado al intrépido (o intrépida) que sea capaz de aventurarse en el laberinto y encontrar el camino hasta su centro. Un montón de pruebas de astucia letal le aguardan en el camino.
Como es natural, una legión de aventureros se dirigen enseguida hacia la Isla de Tökland. Uno de ellos es el reportero Nathaniel Maris, que no pretende descubrir el enigma sino tan solo redactar una crónica periodística, aunque para ello tenga que pasar el duro proceso de selección y poner en peligro su vida. Y también conoceremos a Cornelius Berzhot, quien no le hará ascos a infringir las normas del juego con tal de alcanzar el corazón del misterio.
Opinión
«El Misterio de la isla de Tökland» narra una historia que, personalmente, me recuerda mucho el sabor de las novelas de Julio Verne. Tiene un vocabulario rico, preciso, y no suaviza las descripciones, los mensajes ni ningún aspecto para proteger al lector. Con un ritmo ágil, no alarga la trama en absoluto y logró dejarme a la vez con ganas de más y con la sensación de maravilla y descubrimiento que he recuperado al releerlo.
Aunque se promocionó como literatura juvenil, me quedo con la descripción que alguien hizo alguna vez de que se trata de literatura «que también pueden leer los jóvenes». Es un libro corto, que recomiendo. Y, en cierta forma, como tantos libros de nuestras infancias, una referencia en mi escritura.