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Continúo con mi «making of», tras la primera parte sobre la escritura.
Mi corrección
En enero de 2017 comencé la guerra contra mí mismo, a leer y releer lo que tenía entre manos. Gracias a que me voy guardando versiones de todo, veo que entre enero y abril realicé 5 repasos, cortando, añadiendo, injertando… Reconozco que, así como recuerdo muchas partes del proceso de planificación y escritura, mi memoria tiene un gran vacío sobre esta etapa, y si no fuera por mi manía de guardar cada versión no sería capaz de decir cómo fue cambiando.
Durante la corrección utilicé, porque suelo utilizar, diversas técnicas como:
- Revisión de signos de puntuación y faltas de ortografía (no sólo usando el corrector del editor de texto, también manual).
- Búsqueda de expresiones que sé que suelo utilizar. Esta es curiosa, tengo una chuleta con temas a revisar, como no abusar de «mientras» o repasar que los imperativos no sean infinitivos + «-os».
- Detección de palabras muy utilizadas y reemplazos.
- Lectura en voz alta.
- Lectura comprensora: mastico y asimilo cada párrafo, y sigo el flujo de las ideas.
Suena muy exhaustivo, pero no es tan exagerado. Muchos fragmentos los lees fluidos porque estuviste más inspirado con ellos, otros requieren más tiempo. Sí es verdad que la lectura en la corrección es mucho más lenta, y rara vez consigo leer dos capítulos del tirón. Salvo que sean cortos, que los hay.
Y, una vez que me sentí satisfecho, una vez que una lectura fue fluida y casi no encontré fallos (aunque los había, pero cada vez menos, quiero pensar) pasé a la siguiente fase.
Los lectores cero
Mi relación con los lectores cero es curiosa. Al principio (y no hace tanto) cuando tenía algo más o menos terminado lo compartía con todo mi entorno. ¿Quién no? Después llegaban los comentarios: fallos ortográficos graves de pegarte con una pared, comentarios sobre la trama, dudas de cosas que no quedaban claras… Y, después de corregirlas, la frustración: ¿de dónde sacaba lectores cero para una segunda ronda?
Así que esta vez cogí mis lectores cero, mi familia, amigos, y gente de confianza, los dividí en grupos, y ordené los grupos de acuerdo a lo que pensaba que me podían aportar. Y tomé la determinación de que, hasta que no tuviera los comentarios de todo un grupo, no pasaría la versión corregida al siguiente. Una de las mejores decisiones que he tomado.
Dentro de cada grupo, unos comentarios se repetían y cogían fuerza, y con el siguiente grupo averiguaba si la solución que había adotpado era la adecuada. Cuando ignoraba un comentario importante de un lector cero, por ir contra un criterio que creía inamovible, el tiempo y los comentarios de los siguientes grupos podían sacarme de mi error, y ayudarme a descubrir mi error. Esto ocurrió, de una manera inesperada. Pero vayamos al detalle, sin intentar dar spoilers.
En todos los grupos alguien me dejaba claro cómo el final les había sorprendido, y en muchos casos frustrado. Mi respuesta una y otra vez era explicarles que ésa era la intención, porque lo era, y darles mis razones. A veces los convencía, a veces no. Atacaban una piedra angular de la historia. Entonces, cuando ya iba por mi cuarto grupo de lectores cero, tras varias conversaciones sobre el mismo tema, y varios pequeños ajustes, alguien me hizo ver exáctamente cuál era el problema: aunque fuera un final lógico, nada había preparado al lector para comprenderlo. Para intentar arreglarlo, tuve que realizar cambios en toda la trama, añadir un capítulo extra y diseminar varias pistas por todo el libro. Yo creía que había suficientes pistas, pero no. Una de las frases que más se repite en la historia está allí, una y otra vez, para que la mente del lector vaya asimilando, sin saberlo, lo que ocurrirá al final. Para eliminar la frustración y abrir la puerta a la esperanza.
Mandé el capítulo nuevo a todos mis lectores cero anteriores, y las respuestas fueron muy positivas. Y me quedaba un quito grupo de lectores, que leyó la historia con esa grave modificación, y que no mencionaron ninguna frustración con el final, ni encontraron prácticamente ningún fallo (de nuevo, aunque los habrá).
Satisfecho, tras una última revisión ortográfica general (las reescrituras introducen nuevos fallos, las muy malditas), me sentí satisfecho y me preparé para compartir mi creación con el mundo.