Como cada noche de difuntos, echaron a su padre y a su hermano, que se fueron a disfrazarse. Pero aquel año la pequeña Marina se quedó con su madre, que le explicó por primera vezlo que iba a ocurrir. Se sentaron a esperar la hora mágica y la niebla brillante que surgiría de la ánfora.
Aquella noche conoció a su abuela, a su bisabuela, a todas sus antepasadas. Aprendió mucho, vio más, y cuando se acostó supo que nunca volvería a tener miedo.
Octubre de 2014