Cada día dormía en una botella distinta. Cada noche servía copas diferentes. Su mirada embriagaba, su risa refrescaba. Bailaba al ritmo de los hielos hasta la hora de echar la persiana. Después regresaba a sus frascos milenarios, y descansaba satisfecha, soñando con todos los deseos que había cumplido.
Febrero de 2013