Una gruesa capa de polvo cubría estanterías y frascos, dejando apenas entrever las etiquetas. «Amor ligero», decía una. «Miedo intenso», «Congoja» y «Pánico repentino» se leían en otro extremo. Algunas empezaban con palabras como «pena», «ilusión», «anhelo» e «impulso». Los armarios se alargaban hacia arriba y hacia los lados, sin límite.
Busqué entre las estanterías hasta encontrar un rastro en la dejadez, unos pasos leves que me llevaron hasta el viejo. Lloraba encogido en un rincón, junto a unos cristales rotos sobre los que se leía «Pérdida».
Marzo de 2012