Al mirarse en el lago, la luna veía una hermosa piel pálida con una inmensa cabellera negra. Bajo la superficie, el pez veía una luz, un tunel en mitad de la oscuridad, y saltaba intentando alcanzarla, estropeando el reflejo. La luna, triste al ver su imagen deformada, lloraba estrellas. El pez creía que había roto la luz en miles de fragmentos y nadaba triste.
Agosto 2011
De regalo, una cita relacionada:
«Platero, no sé si con su miedo o con el mío, trota, entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos. Es como si un enjambre de claras rosas de cristal se enredara, queriendo retenerlo, a su trote…«
«Platero y yo», Juan Ramón Jiménez