Lleva una camisa de rallas, como si fuera ex-presidiario, una fea cicatriz y un antifaz. Es fácil reconocerlo. Y no se molesta en disimular su risa estrepitosa. Se le conoce como el ladrón de tebeo, y suele estar cerca de la Plaza Maravillas, escondiéndose detrás de farolas y asaltando a viejecillas desconfiadas. Pero da más risa que miedo. Recibe más bolsazos que botines. Escucha, novato: si te lo encuentras no te lo tomes en serio. Bajo ningún concepto. Si le sigues la corriente, acabarás siendo otra caricatura.
Febrero de 2012