Sujetó el arma con firmeza, luchando contra las nieblas del alcohol. «Tenías que ser tú», recriminó a la figura que le encañonaba. «Sabía que mandarían a alguien contra mí, pero tú… Después de todo lo que hemos pasado…» Hubo un movimiento brusco, los dedos aumentaron la tensión en los gatillos. «Aún puedes bajar la pistola y marcharte. Dí que no me has encontrado. No me obligues a matarte.» Pero ninguno hizo ademán de retirarse. Dispararon a la vez. El aire se llenó de fragmentos de espejo.
Febrero de 2012