Con el palo en ristre embestía las zarzas y reía. Ante él caían rendidos todos los monstruos. La batalla duró horas que le parecieron minutos, y ningún enemigo, animal o vegetal, se le resistió. Sólo la llamada de su madre pudo acabar con la masacre. Acudió feliz, corriendo, dejando tras de sí la rama retorcida en mitad de un cementerio de dragones.
Abril de 2013