Aquella mañana el sol estaba perezoso, pero la niña lo animó a gritos. Salió a la calle con firme fe en que las flores se abrirían, y ninguna quiso decepcionarla. Su profesora se esforzó más que nunca, sintiendo las expectativas de su alumna. Su mirada llenaba de esperanzas y de fuerza a los que se veían en ella. A su paso, el mundo se llenaba de vida y los futuros brotaban. Antes de acostarse, al cerrar el libro, se asomó a la ventana y susurró: «yo creo en vosotras», y la noche se llenó de hadas.
Octubre de 2013