Mi pierna izquierda se había quedado atrapada en verano. Se empeñaba en vestir bermudas y chancleta bajo cero. Intenté convencerla de que el frío había llegado, pero no parecía sentirlo. Al final, incapaz de vencerla, me uní a ella. Ahora son mis labios los que se han agarrado a diciembre, y se tiñen de azul cuando me pongo el bañador.
Diciembre de 2011