[Microrrelato] Añoranza reprimida

-¡Es una jaula! -graznaban los cuervos.

-No es sólo una jaula -trinaba el ruiseñor-. Es mi casa, y aquí tengo todo lo que necesito.

-¡Es una jaula! -insistían.

-Aquí tengo comida y agua, calor en invierno y una bañera para refrescarme en verano. Me cuidan, me dan cariño. ¿Y qué tenéis vosotros? Nada.

-¡Jaula! ¡Jaula! -se alejaron gritando.

-Marcharos, iros a buscar algo que merezca la pena. ¡No encontraréis nada! -les trinó con histéricos agudos-. Yo me quedo aquí, en mi casa. No necesito vuestra libertad.

Observó sus plumas negras en el horizonte, dándose cuenta de que sólo habían señalado lo evidente.

Noviembre de 2011

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