«Era la pregunta más simple del mundo. Era la pregunta que, antes o después, todos los niños del reino planteaban a su institutriz, a su preceptor o a sus padres. No obstante, a los doctos miembros de la Sociedad de York no les gustó oírla, y no les gustó por esta razón: porque tampoco ellos tenían la respuesta.»
Jonathan Strange y el Señor Norrell
Susanna Clarke