En verano, el cierzo arrastra a la ciudad río abajo hasta el mar. Yo me dejo arrastrar por el aire plagado de promesas, pero entre las calles de blancas paredes sólo encuentro las mismas caras. Cuando todo el mundo se mueve a la vez es como si se quedaran quietos. Después la arena me empuja hasta el agua, y las olas me lanzan a tus brazos. Cada año cambia tu cara, tu cuerpo, tu nombre, pero siempre vuelves. Cambio el agotamiento laboral por el nocturno, la rutina de diario por la de tus vestidos cortos, la voz del jefe por la del pinchadiscos, el fragor del volante por el de tu cuerpo. Todo es igual pero todo distinto. Cada segundo es precioso en esa micro-vida con días contados. Después el mismo viento cambia de dirección y me devuelve río arriba, borrándolo todo menos el recuerdo del próximo verano.
[Microrrelato] Rutina
agosto 2008
(presentado al concurso «Relatos con Z»)