«Ya no es un niño», se repetía una y otra vez mientras rompía sus juguetes, deshacía su cama y vaciaba sus armarios. Las lágrimas nublaban su mirada, la furia le atenazaba el pecho. Se detuvo al escuchar un ruido, el dolor reemplazado en un instante con el miedo. ¿Había escondido la cartera? Sí, no podría encontrarla. No ocurrió nada, la puerta no se había abierto, seguía sola en casa.
Respiró hondo, nerviosa, y miró a su alrededor. Su mente estaba más lúcida. Tenía que salir de allí, pero no podía abandonarlo. Recogió la basura, incluyendo varias bolsitas que no habría querido ver nunca. Colocó los peluches mutilados en su lugar, la ropa en su sitio, las sábanas sobre el colchón. «Pero es mi niño», se repitió.
Basado en una ilustración del Cuaderno de Frases Encontradas del Sr. Berrio.