Su extraña muerte me desconcertaba. Nadie podía dejar su cuerpo en ese estado sin ayuda.
Estudié sus apuntes, limpios y ordenados al comienzo. Durante los últimos años se había vuelto más huraño conforme avanzaba en su investigación sobre la naturaleza neurológica de las pesadillas. La actividad eléctrica en los centros sensoriales durante los sueños turbulentos le hacía sospechar que las pesadillas fueran percepciones reales. Empezó a barajar la idea de que el fruto de nuestros delirios residiera en estímulos bloqueados por nuestra mente consciente para poder sobrevivir. Su escritura se volvió caótica poco a poco.
Experimentó consigo mismo, intentando desbloquear la percepción del mundo real, sin cortapisas. Sus vívidas y horripilantes descripciones se alternaban con grotescos dibujos. Una frase se me clavó como un cuchillo: «Nadie que conozca la verdad puede vivir con ella. Las barreras existen por un motivo.»
La últimas páginas eran indescifrables. Cuando me acosté aquella noche tuve la peor pesadilla de mi vida, que no terminó al despertar.
Octubre de 2013
Felíz día de los difuntos…, mañana 2 de noviembre.