Este fin de semana pasado he asistido en Zaragoza como oyente a las jornadas sobre álbumes ilustrados «Envuelto para Relato 2011«. Podéis ver el programa aquí. Era la primera vez que se celebraban y la verdad es que el resultado ha sido modesto a la par de expléndido. Y he aprendido mucho, realmente mucho. Si tuviera que quedarme con algo, sería injusto con todo lo demás. Pero voy a ser osado y destacar, personalmente y sin detrimento de todo lo demás, aquello que más poso me ha dejado.
Mi primera mención especial es para la Sra. Squilloni, editora de A Buen Paso. Es un auténtico volcán de sentimiento, una fuerza arrolladora de palabras y sensaciones que llenaba la sala con sus frases y sus gestos. Con muchas de sus opiniones discrepo, es inevitable con alguien tan expresivo, pero todas las admiro. Además, tuvo el detalle de haberse empapado de los proyectos de los participantes e intentar comentarlos en su charla. Personalmente, me buscó sin ninguna necesidad cuando intuía que no había comprendido su crítica, y me dio un precioso consejo (que, desde su punto de vista era de coherencia interna, pero me convención porque acentuaba el viaje del héroe del protagonista). Se merece mi reconocimiento y admiración.
Mi segunda mención es para el tándem del Sr. Nesquens y la Sra. Arguilé. El ingenio del uno, la refrescante emotividad de la otra, la complicidad entre ambos, y la profesionalidad con la que prepararon y condujeron su taller, logrando que todos nos sintiéramos parte activa de él, lo convirtieron en un momento mágico.
Dejo en el tintero pero no puedo dejar de mentar a la Sra. Tortosa y el Sr. Muñiz, que se enfrentaron a nosotros con naturalidad y nos dieron una visión del mundo de la creación muy acertada; al extraordinario Sr. Albo, que nos abrió la cabeza con carcajadas y nos la llenó de ideas interesantes; a las Sras. Cosculluela y Peláez, defensoras a ultranza de la magia de las librerías y, por sus palabras, conocedoras de los secretos necesarios para que esa magia crezca; a la Sra. Martínez, motor de una editorial realmente única; y a los organizadores, cuya alma y dedicación servía de fondo a cada actividad.
Cuando apenas dos días sentado en una silla le hacen crecer a uno tanto, se da cuenta de lo grande que es el mundo y se alegra de haber caminado de la mano, aunque sólo fuera durante unos instantes, de unos gigantes que le contaron cómo se ve el horizonte desde sus hombros. Tengo en el bolsillo sonrisas nuevas. Muchas gracias a todos.